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domingo, 23 de marzo de 2008

Confirmado: «el amor es ciego»

Una investigación revela que las personas que están realmente enamoradas pierden la capacidad de criticar a sus parejas, volviéndose incapaces de ver sus defectos.
Las últimas investigaciones sobre el funcionamiento del cerebro han revelado que las personas que están realmente enamoradas pierden la capacidad de criticar a sus parejas, es decir, se vuelven incapaces de ver sus defectos, lo que viene a confirmar aquel popular refrán que asegura que «el amor es ciego».

Al menos esto es lo que sucede en los casos de amor romántico o maternal, en los que se ha detectado que, ante determinados sentimientos, se activan las mismas regiones del cerebro.
Lo más curioso del caso, sin embargo, es que, paralelamente a esta estimulación que se produce en las mismas regiones cerebrales, en ambos tipos de amor se «desactiva» la zona del cerebro encargada del juicio social y de la evaluación de las personas.

Se suprime, por tanto, la capacidad de criticar a los seres queridos, una situación que se reproduce tanto en humanos como en animales. Los estudios que desde hace varios años se llevan a cabo en humanos y ratones para conocer el complejo funcionamiento del cerebro están aportando datos tan novedosos como sorprendentes en el siempre estimulante terreno del amor.

Estos avances están ayudando, por ejemplo, a responder a preguntas tan básicas, pero también tan enigmáticas y sugestivas, como qué pasa en nuestro interior cuando nos enamoramos, qué sucede en el cerebro o por qué sentimos -o no- deseo sexual.
El diccionario de la Real Academia Española define el amor como «un sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser».

Para Mara Dierssen, sin embargo, el amor es algo más simple: «Una adicción química entre dos personas». Dice esta investigadora que cuando existe enamoramiento de verdad se dan, en mayor o en menor medida, una serie de circunstancias comunes, como la atracción física, el apetito sexual o el afecto y el apego duradero.

El análisis de estos aspectos, así como de la actividad cerebral, también ha permitido constatar que el cerebro de hombres y mujeres funciona de manera diferente en cuanto al amor se refiere y que cuestiones como los diferentes niveles de apetencia sexual tienen una explicación científica.

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